Extraño al sol como despertador, el olor a nutella de las mañanas, a mi boleto del bus a medio romper y mi carrera diaria para llegar a la hora.
Extraño descansar en el pasto, almorzar en el pasto, tomar en el pasto, reir en el pasto, sacar pasto.
Extraño el pasto, y al caballo del centro que todos fotografiaban, si... tambien extraño al mono negro violado, y que según un amigo tenia tatuajes que se podían ver al sol, pero nunca los vi porque me acordaba cuando estaba lloviendo.
Extraño escuchar la "o" en mi nombre... "Poooulina"- decían todos con acentos raros. Extraño hasta la mala comida y a salir abrigada, pero con unos pantalones cortos en la cartera por si salía el sol, y un paraguas pequeño por si llovía.
Extraño a las personas;
los mil amigos del paradero,
a los que se paseaban por las calles con disfraces ridículos,
al borracho que se paseaba despues de las 6 con su perro,
a los del instituto, los morenos, los rubios, los chinos, los mohammeds, al vendedor del Water, a los choferes que siempre te deseaban un buen día.
Zoom bar, tomar vodka azul antes de clases, culpar a Oriana de todo.
Extraño aprender groserías en otros idiomas, escuchar a los negros decir: "wuan ero", desmentir mi capricho del "Nunca besaría a un rubio".
Esto de volver a Chile, solo físicamente.
Y aprender que también puedes encontrar la felicidad lejos de casa, que puedes detenerte, escuchar y no tan solo vivir, sino sentir, disfrutar, llorar, y olvidarte de 'lo ideal', lo cuadrado, lo vacío.